El fútbol tiene memoria.

No lo consiguió Cristiano Ronaldo en sus dos partidos este año, ni Mourinho en sus enfrentamientos previos esta temporada y tuvo que ser un árbitro desconocido, Olegario Benquerença, el que tumbase a un Barcelona gris en la ida de las semifinales de la Champions.

Mourinho recelaba de su paisano en la previa del partido y ahora no tendrá nada de lo que quejarse después de su desastrosa actuación en el Giuseppe Meazza. Olegário Manuel Bartolo Faustino Benquerença, un auténtico desconocido para la Europa futbolística, no guardará, al igual que el barcelonismo, un gran recuerdo de su primera semifinal de la Champions League.
Por suerte para él no tuvo que tomar ninguna decisión comprometida en la primera parte y no fue hasta en la segunda parte cuando demostró que el partido le quedaba muy grande.

En el minuto 61 no señaló un claro fuera de juego de Diego Milito tras un pase del ex madridista Wesley Sneijder y que permitió el 3-1 definitivo en el marcador. Ya en el tramo final del partido, concretamente en el minuto 83, el trencilla escamoteó un claro penalti también de Sneijder sobre Dani Alves. Benquerença decidió mirar para otro lado y amonestó al lateral brasileño.
Además, los culés se quejan y con razón del distinto rasero en el apartado disciplinario con el que midió a ambos equipos. Los de Guardiola vieron cinco cartulinas amarillas, entre otras a Busquets por desplazar el balón, a Puyol por protestar y a Alves supuestamente por simular una falta.

Arbitraje lamentable, que parece demostrar que el fútbol tiene memoria y quiso hacerle un guiño al equipo de Mourihno por el destrozo del año pasado en Londres de un tal Ovrego cuya historia ya es muy conocida.