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sábado, 5 de junio de 2010

Rumbo a Sudáfrica. Las ausencias más importantes en la historia mundialista.

"Para entrar en la leyenda, para ser grande, también hay que ganar un Mundial", sentenció Lionel Messi hace poco en unas declaraciones. Y la verdad es que la lógica del vivaz argentino es difícil de rebatir. Después de todo, basta mirar a los mejores jugadores de todos los tiempos —Pelé y Maradona, por nombrar sólo dos— para establecer el papel clave de la Copa Mundial de la FIFA en el establecimiento de la jerarquía futbolística de los grandes héroes.
Lesiones, infortunios y tragediasDado que Pelé lo llamó "el mejor de todos los tiempos", Alfredo Di Stefano constituye un lógico punto de partida de este viaje por el extrarradio mundialista. La trayectoria de La Saeta Rubia fue, sin embargo, de todo menos directa. Dos veces Futbolista Europeo del Año y cinco veces ganador de la Copa de Europa, Di Stefano llegó a integrar tres combinados nacionales distintos —Argentina, Colombia y España— y no pudo jugar en la Copa Mundial de la FIFA con ninguno. Argentina, su país de nacimiento, decidió no participar en la edición de 1950, y luego no se clasificó para la de 1954. España tampoco pudo reservar su plaza en el torneo de 1958 pese a la incorporación a sus filas del icono del Real Madrid dos años antes. Cuando el ya veterano jugador ayudó a la escuadra española a acceder al campeonato de Chile 1962, el destino se cruzó por medio en forma de una lesión, que impidió a Don Alfredo competir en la prueba.
Cruel destino, ciertamente, pero nada comparado con la tragedia de Duncan Edwards, otro talento colosal de aquella época. Edwards era, según numerosos expertos, el más grande de los celebérrimos Busby Babes del Manchester United. Sir Bobby Charlton insiste en que este elegante alero —a su juicio jugador muy superior a él mismo— habría sido capitán de Inglaterra y figura clave de 1966. Lo que ocurrió fue que Edwards resultó fatalmente herido en el accidente aéreo de 1958 en Múnich, y murió dos semanas más tarde a la edad de 21 años. El fútbol italiano sufrió una catástrofe similar cuando Valentino Mazzola pereció en el siniestro de su avión en Superga en 1949, que acabó con el principal equipo del Torino de aquellos años.
Ladislao Kubala resulta un ejemplo más alentador. Al igual que Di Stefano, el astro del FC Barcelona jugó con tres selecciones distintas, y fichó por el rival del Real Madrid al tiempo que ayudaba a España a clasificarse para Chile 1962. El paralelismo con el madridista no acaba ahí, pues una lesión también apartó a Kubala de esa fase final. Por fortuna, este hijo de padre húngaro-polaco y madre húngaro-eslovaca sí llegó a vivir la Copa Mundial de la FIFA como entrenador, dirigiendo la selección española que acudió a Argentina 1978 tras una ausencia mundialista de 12 años.
Mientras las lesiones, los desastres y la mala suerte desbarataban la aparición de estos fenómenos en el escenario mundial, el destino de otros diríase que estaba condenado de nacimiento. Gales, por ejemplo, ha engendrado montones de futbolistas de categoría mundial, pero muchos de ellos, como John Toshack, Neville Southall, Mark Hughes, Ian Rush o Ryan Giggs, no pudieron lucirse en una Copa Mundial, ya que este país de tres millones de habitantes sólo ha participado una vez, en 1958, cuando alcanzaron los cuartos de final.
Una fatalidad idéntica persiguió al gran George Best -foto-. Las citas mundiales de 1966, 1970 y 1974 se habrían visto enriquecidas por el suntuoso estilo de juego del artista del Manchester United. Pero Irlanda del Norte, con una población de 1,8 millones, no logró clasificarse en ninguna de las tres ocasiones, y Best ya no estaba en condiciones de jugar cuando por fin los suyos pudieron colarse en el campeonato de 1982. Liam Brady y Johnny Giles, iconos de la República de Irlanda, también tuvieron la desgracia de llegar al apogeo de sus carreras durante los años de vacas flacas de su selección nacional.
Acaso el ejemplo más notable de jugador fuera de serie, en el sentido feliz e infeliz del término, sea el de Abédi Pelé. Nadie hizo más que este tres veces Futbolista del Año de la Confederación Africana de Fútbol por abrir la ruta de Europa para los jugadores africanos. Sin embargo, Abédi nunca ingresó en la Copa Mundial de la FIFA, a pesar de que lo intentó con Ghana cinco veces entre 1982 y 1998.
En cualquier caso, Abédi no es ni mucho menos el único ídolo africano en haberse perdido la mayor fiesta del deporte rey. Kalusha Bwalya fue nominado al título de Jugador Mundial de la FIFA en el año 1996, pero los fracasos de Zambia en las competiciones preliminares nunca permitieron que su máximo goleador y su miembro con más internacionalidades conquistara fama mundial. Luego, por supuesto, está George Weah, el primero y hasta la fecha único africano que ha recibido el título de Jugador Mundial de la FIFA. Mientras el as del París Saint Germain y del AC Milan encandilaba a los aficionados franceses e italianos, el conflicto interno de Liberia le obligaba a seguir los sucesivos capítulos mundialistas a distancia.
Desavenencias y competenciasJugar para una potencia importante bien puede aumentar las probabilidades de obtener reconocimiento en la Copa Mundial de la FIFA, pero también acarrea sus propios problemas. El más notable es la competencia feroz por los distintos puestos en el equipo. Los ingleses Ray Clemence y Matt Le Tissier, por ejemplo, seguro que maldijeron la excelencia de rivales como Peter Shilton y Paul Gascoigne. El holandés Jesaia Swart seguramente pensaría que 217 goles con el Ajax, ocho títulos de liga y tres Copas de Europa bien merecían su inclusión en la Oranje, pero la fuerza de la selección holandesa en aquel periodo era tal que no pudo estar ni en el Mundial de 1974 ni en el de 1978.
Las animadversiones personales también han tenido su influencia. La carrera internacional de Eric Cantona, por ejemplo, alcanzó notoriedad por sus zapatiestas con diversos entrenadores, árbitros, directivos y aficionados. Así las cosas, el volátil delantero se retiró a los 31 años, un año antes de que los Bleus se proclamaran campeones del mundo. Otro futbolista francés idolatrado en Inglaterra pero omitido de las Copas Mundiales de la FIFA fue David Ginola, cuya exclusión del contingente de Aimé Jacquet en 1998 se debió tanto al fallo que costó a Francia la clasificación para el certamen de Estados Unidos 1994 como a la habilidad de sus competidores.
El sufrimiento por cuestiones ajenas a lo deportivo no es una dolencia exclusiva de los franceses. El ruso Andrei Kanchelskis quedó fuera de la expedición de su país a Estados Unidos 1994 por negarse a jugar a las órdenes del técnico Pavel Sadyrin. Disensiones políticas supuestamente costaron al astro brasileño Artur Friedenreich su puesto en la primera Copa Mundial de la FIFA en 1930. Y Bernd Schuster puso fin a su carrera internacional a los 23 años tras malquistarse con la Asociación Alemana de Fútbol.
Todos estos jugadores coronaron grandes cimas pese a no poder incluir ninguna Copa Mundial de la FIFA en su currículo. Inevitablemente, sin embargo, cabe preguntarse cuánto más habrían brillado sus estrellas de no ser por esa flagrante omisión.

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