No siempre lo saben, pero cuando los futbolistas se enfundan la camiseta de su club o de su selección, portan algo más que un trozo de tela. Los seguidores exigen que los jugadores la suden, porque la camiseta representa la historia del equipo. Heráldica Futbolística explora hoy los orígenes de los uniformes más célebres del planeta fútbol, ahora que esta de moda el besar el escudo del equipo que te ficha (algo que me hace mucha gracia), es bueno que algunos sepan a "quien" están besando. El mejor broche posible para el año que mañana se cierra.
Respetemos el protocolo y empecemos por el conjunto más laureado. La camiseta de Brasil, sin duda la más popular del mundo, no ha sido siempre verde y amarilla. Hasta 1950, los actuales Auriverdes lucían una camiseta blanca. Pero el "Maracanazo", la derrota ante Uruguay en la Copa Mundial de la FIFA 1950, tiñó de luto aquel blanco. Fue entonces cuando Brasil adoptó el amarillo y verde de su zamarra, que simbolizan respectivamente la selva amazónica y las riquezas auríferas del país. Con el éxito que se conoce, pues la Seleçao se ha ceñido desde entonces cinco coronas mundiales. Con la excepción del azul, historia que ya hemos contado hace meses en el blog.
El colorido de la camiseta argentina tiene una raíz diferente según el lado del Río de la Plata en el que nos encontremos. Para los argentinos, las franjas verticales albicelestes recuerdan la escarapela al uso cuando el país obtuvo su independencia en 1810. Pero los uruguayos insisten en que ésos eran los colores de su atuendo original, que ellos cedieron amigablemente a sus vecinos a principios del siglo XX para asumir la camiseta celeste entonces usada por el River Plate de Montevideo, verdugo por entonces del campeón argentino a la sazón, el Alumni.
A imagen de los grandes del fútbol sudamericano, la mayoría de las selecciones llevan uniformes inspirados en la bandera del país correspondiente. Era el caso de Italia hasta el inicio del siglo XX. Pero en 1911, en un partido contra Hungría, los italianos trocaron el blanco por el azul, color de la Casa de Saboya, de donde procedía la familia real. Aquel día vio la luz la Squadra Azzurra. La misma razón vale para explicar por qué Holanda juega de naranja: la familia real holandesa pertenece a la dinastía de Orange.
Las camisetas de los clubes entrañan asimismo pedazos de historia. Así, por ejemplo, pareciera que el Juventus de Turín siempre ha estado abonado a las rayas negras y blancas. Pero antes de ser una Vecchia Signora de cabello entrecano, fue una damisela de mejillas rosadas, como el color de su primer traje. Si los jugadores piamonteses son hoy bianconeri fue por culpa de un error del fabricante inglés que, en 1903, envió a Turín las piezas que estaban destinadas al Notts County, un club de Nottingham. Como los costes y las demoras del transporte y de la fabricación eran demasiado elevados, la Juve adoptó como suya la camiseta equivocada, con la cual levantó su primer Scudetto dos años más tarde.
La ciudad de Nottingham estaba predestinada a ser fuente de enredos curiosos, porque allí surgió otra indumentaria que luego se haría mítica, la del Arsenal. Las partes blancas se incorporaron en los años 30, pero el rojo original es un homenaje al Nottingham Forest, de donde provenían dos de los fundadores, que recibieron la ayuda financiera de su antigua entidad para fundar el club londinense.
Otra camiseta rojiblanca inglesa, en este caso la del Southampton, sirvió para vestir a dos monumentos del fútbol español. El Athletic de Bilbao y su "filial" de entonces, el Atlético de Madrid, empezaron a jugar con una camiseta azul y blanca, idéntica a la del Blackburn. Cuenta la leyenda que un directivo del club vasco se fue a Inglaterra a comprar las camisetas de los Rovers y volvió con las de los Saints. Otra versión más pedestre atribuye este cambio de tonalidades al coste menos elevado de la combinación rojiblanca, entonces utilizada para fabricar colchones. De ahí que, aunque los vascos conservaran su apodo de Leones, los madrileños heredaran el de Colchoneros.
Algunas rayas legendarias, como las azules y granates del Barcelona, tienen su origen en Suiza. Un antiguo jugador del Basilea, Joan Gamper, decidió importar los colores de su antiguo equipo cuando fundó el club catalán. En cuanto al Real Madrid, hace falta regresar a Inglaterra para hallar la ascendencia de su equipamiento. A instancias de Arthur Johnson, primer entrenador de su historia, el club capitalino hizo suya la vestimenta alba del Corinthians FC, máximo exponente futbolístico en el Londres de finales del siglo XIX, para convertirse en los merengues.
Otra casaca blanca que también ha escalado las cumbres europeas es la del Olympique de Marsella, que fue elegida no sólo por el contraste con el negro que presentaba su ancestro, el FC Marsella, sino también para simbolizar la pureza del movimiento olímpico instituido por Pierre de Coubertin. En efecto, durante los Juegos de Atenas de 1896, los atletas corrían vestidos de blanco.
Menos poético aunque igual de interesante es el germen del blanco del Auxerre. El club de la Borgoña entró en la historia vestido de negro como tributo al color de la sotana del Abad Deschamps, fundador del club, pero se pasó al blanco porque la iluminación del estadio no tenía la suficiente potencia para permitir distinguir a los jugadores.
Idéntico afán de discernimiento impulsó al Ajax de Amsterdam a abandonar las tradicionales franjas rojas y blancas, ya empleadas por el PSV Eindhoven y el Feyenoord de Rotterdam. Al ascender a la primera división holandesa en 1911, el futuro cuádruple campeón de Europa optó por una única banda roja en el centro de la camiseta.
El club argentino Boca Juniors ostenta una franja horizontal amarilla sobre fondo azul por dictado del azar. Incapaces de ponerse de acuerdo, los fundadores del club decidieron elegir los colores del primer barco que entrara en el puerto. En el navío que apareció flameaba la bandera sueca. Su "mejor enemigo", el River Plate, debe su uniforme a unos músicos que se hacían llamar "Los habitantes del infierno" y se vestían de diablos. El día de su primer partido, los jugadores arrancaron una franja de tela de ese disfraz y se la colocaron en bandolera. Así nació la legendaria diagonal roja que, más de un siglo después, siguen luciendo los Millonarios.
Otros equipos innovan en ocasiones, pero muchas de ellas no pasan de una novedad, como sucedió con el Deportivo de la Coruña que aparcó momentáneamente en 2003 su tradicional ropaje azul y blanco para disputar un partido de Liga de Campeones en el campo del Mónaco. Los gallegos estrenaron para la ocasión una estridente camiseta naranja. Aquella tarde les endosaron ocho goles, así que decidieron volver a guardar la camiseta en el armario y tirar la llave.
Respetemos el protocolo y empecemos por el conjunto más laureado. La camiseta de Brasil, sin duda la más popular del mundo, no ha sido siempre verde y amarilla. Hasta 1950, los actuales Auriverdes lucían una camiseta blanca. Pero el "Maracanazo", la derrota ante Uruguay en la Copa Mundial de la FIFA 1950, tiñó de luto aquel blanco. Fue entonces cuando Brasil adoptó el amarillo y verde de su zamarra, que simbolizan respectivamente la selva amazónica y las riquezas auríferas del país. Con el éxito que se conoce, pues la Seleçao se ha ceñido desde entonces cinco coronas mundiales. Con la excepción del azul, historia que ya hemos contado hace meses en el blog.
El colorido de la camiseta argentina tiene una raíz diferente según el lado del Río de la Plata en el que nos encontremos. Para los argentinos, las franjas verticales albicelestes recuerdan la escarapela al uso cuando el país obtuvo su independencia en 1810. Pero los uruguayos insisten en que ésos eran los colores de su atuendo original, que ellos cedieron amigablemente a sus vecinos a principios del siglo XX para asumir la camiseta celeste entonces usada por el River Plate de Montevideo, verdugo por entonces del campeón argentino a la sazón, el Alumni.
A imagen de los grandes del fútbol sudamericano, la mayoría de las selecciones llevan uniformes inspirados en la bandera del país correspondiente. Era el caso de Italia hasta el inicio del siglo XX. Pero en 1911, en un partido contra Hungría, los italianos trocaron el blanco por el azul, color de la Casa de Saboya, de donde procedía la familia real. Aquel día vio la luz la Squadra Azzurra. La misma razón vale para explicar por qué Holanda juega de naranja: la familia real holandesa pertenece a la dinastía de Orange.
Las camisetas de los clubes entrañan asimismo pedazos de historia. Así, por ejemplo, pareciera que el Juventus de Turín siempre ha estado abonado a las rayas negras y blancas. Pero antes de ser una Vecchia Signora de cabello entrecano, fue una damisela de mejillas rosadas, como el color de su primer traje. Si los jugadores piamonteses son hoy bianconeri fue por culpa de un error del fabricante inglés que, en 1903, envió a Turín las piezas que estaban destinadas al Notts County, un club de Nottingham. Como los costes y las demoras del transporte y de la fabricación eran demasiado elevados, la Juve adoptó como suya la camiseta equivocada, con la cual levantó su primer Scudetto dos años más tarde.
La ciudad de Nottingham estaba predestinada a ser fuente de enredos curiosos, porque allí surgió otra indumentaria que luego se haría mítica, la del Arsenal. Las partes blancas se incorporaron en los años 30, pero el rojo original es un homenaje al Nottingham Forest, de donde provenían dos de los fundadores, que recibieron la ayuda financiera de su antigua entidad para fundar el club londinense.
Otra camiseta rojiblanca inglesa, en este caso la del Southampton, sirvió para vestir a dos monumentos del fútbol español. El Athletic de Bilbao y su "filial" de entonces, el Atlético de Madrid, empezaron a jugar con una camiseta azul y blanca, idéntica a la del Blackburn. Cuenta la leyenda que un directivo del club vasco se fue a Inglaterra a comprar las camisetas de los Rovers y volvió con las de los Saints. Otra versión más pedestre atribuye este cambio de tonalidades al coste menos elevado de la combinación rojiblanca, entonces utilizada para fabricar colchones. De ahí que, aunque los vascos conservaran su apodo de Leones, los madrileños heredaran el de Colchoneros.
Algunas rayas legendarias, como las azules y granates del Barcelona, tienen su origen en Suiza. Un antiguo jugador del Basilea, Joan Gamper, decidió importar los colores de su antiguo equipo cuando fundó el club catalán. En cuanto al Real Madrid, hace falta regresar a Inglaterra para hallar la ascendencia de su equipamiento. A instancias de Arthur Johnson, primer entrenador de su historia, el club capitalino hizo suya la vestimenta alba del Corinthians FC, máximo exponente futbolístico en el Londres de finales del siglo XIX, para convertirse en los merengues.
Otra casaca blanca que también ha escalado las cumbres europeas es la del Olympique de Marsella, que fue elegida no sólo por el contraste con el negro que presentaba su ancestro, el FC Marsella, sino también para simbolizar la pureza del movimiento olímpico instituido por Pierre de Coubertin. En efecto, durante los Juegos de Atenas de 1896, los atletas corrían vestidos de blanco.
Menos poético aunque igual de interesante es el germen del blanco del Auxerre. El club de la Borgoña entró en la historia vestido de negro como tributo al color de la sotana del Abad Deschamps, fundador del club, pero se pasó al blanco porque la iluminación del estadio no tenía la suficiente potencia para permitir distinguir a los jugadores.
Idéntico afán de discernimiento impulsó al Ajax de Amsterdam a abandonar las tradicionales franjas rojas y blancas, ya empleadas por el PSV Eindhoven y el Feyenoord de Rotterdam. Al ascender a la primera división holandesa en 1911, el futuro cuádruple campeón de Europa optó por una única banda roja en el centro de la camiseta.
El club argentino Boca Juniors ostenta una franja horizontal amarilla sobre fondo azul por dictado del azar. Incapaces de ponerse de acuerdo, los fundadores del club decidieron elegir los colores del primer barco que entrara en el puerto. En el navío que apareció flameaba la bandera sueca. Su "mejor enemigo", el River Plate, debe su uniforme a unos músicos que se hacían llamar "Los habitantes del infierno" y se vestían de diablos. El día de su primer partido, los jugadores arrancaron una franja de tela de ese disfraz y se la colocaron en bandolera. Así nació la legendaria diagonal roja que, más de un siglo después, siguen luciendo los Millonarios.
Otros equipos innovan en ocasiones, pero muchas de ellas no pasan de una novedad, como sucedió con el Deportivo de la Coruña que aparcó momentáneamente en 2003 su tradicional ropaje azul y blanco para disputar un partido de Liga de Campeones en el campo del Mónaco. Los gallegos estrenaron para la ocasión una estridente camiseta naranja. Aquella tarde les endosaron ocho goles, así que decidieron volver a guardar la camiseta en el armario y tirar la llave.
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