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miércoles, 16 de junio de 2010

Girondins de Burdeos. Champagne de los 80.

No logra oscurecer el espíritu del Saint Etienne de los 60-70, tampoco apaga los focos del Marsella campeón de Europa en 1993 y los títulos ligueros del autoritario Lyon de los 2000. Pese a todo, la historia del fútbol siempre guarda a buen recaudo a aquellos que lo merecen, que demostraron tener aptitudes y que en algún momento lograron destacarse sobre el resto con brillantez. Son modestos pero un día fueron grandes y ahora que el Girondins de Burdeos amenaza con volver a situarse en la cúspide continental como aspirante galo en la liga doméstica y la revelación en la Copa de Europa recientemente finalizada, el recuerdo del ‘Champagne aquitano’ de los 80 reaparece como el referente a seguir.
Había sido el primer equipo en lograr el título de campeón francés tras haber ascendido directamente al primer escalón del fútbol galo en 1950 (cuando superó al Lille en seis puntos y rompió todas las previsiones). También se dejó notar cuando, por esa misma época, el técnico Andrew Gerard engendró la llamada “fortaleza inexpugnable”, un equipo lleno de vitalidad, fuerza y músculo que remachaba a la contra con tres goleadores de la época como Harder, Kargu y Libar. Incluso en el arranque de los 60, con Salvador Artigas como entrenador, los aquitanos tocaron en tres ocasiones consecutivas el título liguero, quedándose a las puertas desde la segunda plaza y repitiendo tal decepción también en tres temporadas con la Copa francesa. Sin embargo, nada fue comparable al espectáculo del Burdeos de los 80, una generación irrepetible.
El creador de semejante maquinaria fue el ambicioso y luchador Claude Bez, un presidente vital en la historia del club pero amante del fútbol brillante de ataque. Su llegada al club en 1979 supuso un golpe económico importante a la entidad, que tenía la base de la fortuna inmobiliaria de su presidente a sus espaldas. Bez, decidido a poner en primera línea al Burdeos, empezó a inyectar millones a las arcas del club, que contrató a un gran número de internacionales como Lacombe, Sahnoun (que murió de un ataque al corazón en un entrenamiento ya en 1980), Gemmrich o Girard pero que, sobre todo, se organizó estructuralmente como un equipo en crecimiento.
El primer test no salió nada bien pues, desde puestos muy bajos con la dirección del argentino Luis Carniglia, Bez decidió cesarlo y colocar en su puesto a Raymond Goethals, coronado por su éxito en Europa con el Anderlecht. En sólo nueve meses liberó al equipo, le colocó en zona alta y aunque no logró el campeonato, sí dio el primer paso hacia la deseada progresión. Sin embargo, el punto de inflexión que iba a generar el empujón definitivo del proyecto del Le club auscapulaire, fue la llegada de Aimé Jacquet, un técnico joven que había dejado sensaciones positivas en Lyon y que hacía apenas unos años que había colgado las botas. Llegó en 1980 y con él se inicia la época dorada pues varios cambios tácticos y el liderazgo del club sobre las piernas del incombustible Alain Giresse (que ya llevaba muchos años en el club), encontraron la tecla exacta para empezar a mostrar el caviar que guardaban en las despensas del Chaban Delmas.
Los bordeleses pronto se convirtieron en el club estrella del fútbol galo, logrando tres títulos ligueros, dos copas y llegando a fases avanzadas en Europa. El vestuario era un ejemplo cosmopolita puesto que reunía a internacionales de diferentes nacionalidades y a lo más selecto del fútbol francés de la época. Aunque el icono era el mediocentro Giresse, un jugador con mucha fuerza y espíritu pese a su corta estatura y su extraña ligereza física, en torno a él aparecieron cracks dentro de un equipo mítico cuyo fútbol quizás jamás se ha repetido y que supo aprovechar el gran momento del profesionalismo galo en aquella época. El central Bracci, el carrilero Thouvenel , el tenaz Raymond Domenech, el polivalente Tusseau, el famosamente golpeado Battiston, el volante Girard (actual técnico del Montpellier), el potente Tigana o los gemelos Zlatko y Zoran Vujovic .
El Girondins se quedó a las puertas de la consagración definitiva en la Copa de Europa, siendo derrotado en semifinales en dos ocasiones donde el destino les jugó una mala pasada. En 1984-85 fueron derrotados por la Juventus de Michel Platini, quizás el único crack galo que no pudo contratar el presidente Bez. Cayeron con autoridad en Turín pero en una noche mítica en Aquitania, con 40.211 espectadores en el entonces llamado Stade Lescure (record histórico del club), se rozó la heróica con goles de Muller y Battiston (2-0). En 1987, el Girondins se eliminó esta vez de nuevo en las semifinales de la Recopa de Europa ante el semi-desconocido Lokomotive Leipzig. Cayó inesperadamente en la Ida (0-1) y aunque logró vencer por idéntico resultado en Alemania, cayó duramente eliminado en la tanda de penaltis.
Aunque a nivel nacional el Burdeos ganó la Ligue 1 de 1986 y logró un ‘doblete’ al año siguiente, la mística europea no volvió a resurgir ante aquella generación de oro. Estos años de auge bordelés proporcionaron a la selección francesa sus mejores años puesto que de Burdeos salió la columna vertebral que tantas alegrías dejó en España 1982, en la Eurocopa de 1984 y en el Mundial de 1986. Fueron sus mejores años, una etapa de cracks, estrellas mundiales e iconos del fútbol histórico que tocaron el cielo europeo y que ahora, con el Burdeos de Blanc, rememora sus días de gloria con la esperanza de que Gourcuff, Chamahk, Tremoulinas y compañía alcancen el éxito que la historia les debe.

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